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Qué más se puede decir de mamá que no se haya dicho antes? A veces las palabras suenan vacías cuando se trata de sentimientos que se escuchan mejor en un abrazo o en una mirada intensa y llena de gratitud. Las madres, se ha dicho, fueron creadas porque Dios no puede estar en todas partes. Y pareciera que sí: ¿o no recuerdan alguna vez en la que ella con sus manos y 'salivita' curó algún raspón. Bastaba ver sus ojos tristes, ávidos, para olvidar el dolor y sonreírle.
Otro rasgo ineludible de su procedencia divina es esa facilidad con la que presienten los peligros que acechan a sus hijos. 'No me gusta ese amigo', dicen recelosas, y no tarda la traición que dé sustento a su corazonada. No necesitan más que mirarnos un instante para saber que algo nos duele, y con una segunda mirada deducen si el dolor es del alma.
Más pruebas de esa aureola que las mujeres adquieren llevan desde que conciben su primer bebé: ese modo de cocinar... ¿no es para sospechar que un ángel se metió en la cocina?
Ellas están conscientes de esas facultades divinas que las hace refulgir en nuestra memoria. 'No sé que van a hacer cuando falte', dicen bromeando, pero también preocupadas... de veras, ¿qué hacemos cuando ellas se van? Llorarles por el resto de nuestros días, lamentando lo que pudimos darles, añorando su presencia, su orden, pero sobre todo su amor.
Asociadas siempre a esa figura encorvada, coronadas con una 'cebollita' de canas, las mamás son, sin embargo, ese pilar indestructible sobre el cual se levanta nuestra vida entera. Y si no me crees, mira hacia atrás, seguro la recordarás vestida para ir a la oficina, con una sonrisa, o cansada después de la jornada de trabajo, pero dispuesta revisar tu tarea, con la energía suficiente para reprenderte si no estaba correcta.
Mil veces se ha hablado del amor maternal y su carácter heroico, infinito. Y cada quien, en algún momento habrá pensado para sí que es cierto, que no hay cosa más grande que ese calor tan dulce que hay en los brazos de mamá.
En la ciudad de México, casi en el cruce de las avenidas Insurgentes y Reforma existe un muy contemporáneo 'Monumento a la Madre' que reza: 'A la que nos amó aún sin conocernos'. Pero un querido amigo me hizo caer en cuenta de lo simple que es la frase y de lo fácil que se podría corregir para dar el tamaño real del amor maternal: 'A la que nos ama aún conociéndonos'...
ALEJANDRA MUÑOZ MARTINEZ |
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